IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

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Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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jueves, 30 de julio de 2009

UN NUEVO PREMIO DE POESIA

ANA ORTIZ, MI MUJER Y YO


ALGUNAS FOTOS DE LA ENTREGA DE PREMIOS EN BAÑOS, GENTILEZA DE ANA ORTIZ



ACABAN DE LLAMARME DE BAÑOS DE LA ENCINA PARA INFORMARME QUE ME HAN CONCEDIDO EL PRIMER PREMIO DE POESIA "PEPA CANTARERO", DOTADO CON 600 EUROS, POR MI POEMA "SALIR DEL ARMARIO" .
Espero que os guste.

SALIR DEL ARMARIO

Fuera, un océano de olas intestinas pugna por salirse del matraz.
La lluvia salada de los Trópicos aflora desde el centro de la Tierra.
El aliento vesubiano de la bestia que custodia las puertas del Parnaso
da limosna encendida a la carne, sopa boba a las manos mercenarias,
dádiva bastante para lubricar con cúmel todos los resortes del olvido.

Dentro, la náusea de sentir la naftalina huyendo por los poros adyacentes,
la caricia inhóspita sobre los muslos de un sinfín de americanas sucias,
el hollín azulado de pañuelos fricativos liberando líquenes y soda,
descompuestas aceitunas cornezuelas en zapatos aplastados por mi peso,
la rayuela infinita de botones que saltan sobre mis vértebras desnudas.

Fuera, los vilanos del deseo anudan sus corbatas a los dedos,
vientres saturados que se empeñan en inventarse nuevas danzas,
un gemido acallado por el ictus de otra boca viva superpuesta,
el olor a naranjas restregado sobre sábanas stradivarius,
corazones devorados por la ira que intentan reventar los corazones.

Dentro, las lágrimas robadas al dragón de la claustrofobia,
pieles de gallina donde antes cuajara en fruto mi libido,
un frío visceral e ilógico tan rodeado de paños anfitriones,
la soledad extrema y el ridículo de sentirse cadáver prematuro,
el rescoldo amargo y descompuesto de un amor oportunista.

Fuera, el verbo se hace carne al arrullo de las lenguas.
Orfeones antiguos desalojan a toda prisa las gargantas.
El género se esparce sobre tálamos de avispas dulces.
La ninfa se jacta del engaño magnificando su deleite.
Ejerce la mística sus opciones de tanteo sin alardes.

Dentro, el aire espeso es un patíbulo de mi confianza,
gratis vende el miedo las entradas de su coliseo,
cualquier ruido adoba de setas venenosas mis entrañas,
los goznes de mis coyunturas se abarrotan de peces congelados,
cien veces muero en esta noria del sudor y del escalofrío.

Fuera, se multiplican las moléculas de vaho en el espejo,
por las ventanas cerradas se cuelan golondrinas de hojaldre,
se empañan con terciopelo blanco los cristales limpios,
hay muelles decididamente románticos y silencios con ruido,
prospectos de amar en la mesita que ni siquiera se abren.

Dentro, repaso esquizofrénico los puntos cardinales.
Sin ninguna rendija de luz que contradiga la hermética
cuento los latidos en mis sienes sobre el eco de las tablas,
pastoreo la canal de ovejas colgadas sobre perchas
y establezco las últimas prioridades mientras planeo fugarme.

Fuera, el músculo prende la mecha de las colchas,
ejecutan los fluidos su manual de abundancia,
el animal recupera su elástico encumbramiento.
Se acerca la noche sobre estampidas de gatos,
a galope tendido, por el terraplén de la espalda.

Dentro, la geografía menguante y el tremens delirium,
todo el tiempo del mundo ejerciendo de estatua,
la lujuria de verme tan indefenso y cobarde,
expiaciones austeras para un sino emboscado
en plañideras bocanas que cobijan el polvo.

Fuera, la vida con raíces de hiedra enzarzada en las ingles,
la sal virtuosa que hace apetecibles semejantes momentos,
el ritmo atávico de la pelvis descubierto por las tribus paganas,
el ubio sagrado, la esquizofrenia precisa, el vaivén
unísono, la rotura de diques tras el dolor de la espera.

Dentro, las arañas campando por su ración de mosca,
la herida taimada del hervor irredento y baldío,
el aire rancio respirado cuatrocientas veces,
lágrimas de enciclopedia merced a tal postura,
la ráfaga de una idea que aboga por ahogarme.

Fuera, el humo denso de todos los tabacos juntos,
la respiración como un bosque de tilos en calma,
el olor caduco de los cuerpos rendidos.
A la orilla de su presa las jaurías se solazan.
El bidé humedece la última sonrisa.

Dentro, la ironía instala su box en mis caderas,
ajedreces de plástico custodian mis pormenores
al aullido sordo de la hinchazón entusiasta,
beben barniz bandadas mercúricas de perdices autistas
que despegan y aterrizan en aeropuertos fantasmas.

Fuera, la vigilia del placer sobre croquetas de angula,
el humus de los santos y el sudor de las bestias,
plastilina que atempera las huellas dactilares
de un hombre astifino con libro de familia,
pero con la lengua seca de lamer las areolas.

Dentro, mojama en mi boca de restregarse etiquetas,
mis manos mojadas por el licor del agobio,
un arquitecto de ceniza se imagina laberintos
y cava sus cimientos con capataces hebillas
sobre el esternón acorralado por los pantalones.

Fuera, la musa redoma su influencia en el sueño,
acelera los trámites del REM más profundo,
y se olvida del hombre que quemó en probatura
todo el cereal que albergaba su granero
en aras ancestrales, desafiando al descuido.

Dentro, mis vísceras fluorescentes en colores diversos
destellan a través de mi epidermis de látex:
balizas que colocan el pecado en su latitud precisa,
señales de culpa en un momento importuno,
destellos ofensivos de una penitencia que soslayo.

Fuera, las vicuñas acurrucan al hijo de Morfeo,
que establece un morse involuntario de sonidos guturales
para robinsones afincados en islas sin telégrafo.
El cansancio escribe su mejores guiones
sobre el postrer abrazo que protagoniza el silencio.

Dentro, el ego abollado por esquinas inversas.
Las grasas que sudan los chaquetones de pécari
forman un charco donde nadan las células
que se desploman acallando tintineos metálicos,
ejercicio reflejo de intuición en penumbra.

Fuera, alguien establece una logística inventada
y elige el momento para abrirme el postigo...
mas, en lugar de ofrecerme las rutas de Aníbal,
su carne me abraza y me empuja hacia el fondo
y quedamos los dos, fundidos en un solo cuerpo,

por los siglos de los siglos, sin salir del armario.